La Fuerzas Armadas Ucranianas entraron a la ciudad de Jersón, capital de la provincia del mismo nombre ubicada al sur del país. El ejército ucraniano tomó la ciudad sin resistencia e izó la bandera nacional en la plaza principal de la localidad.
Este nuevo avance ucraniano se realizó después de que los altos mandos del Ejército ruso evacuaran la ciudad hacia nuevas posiciones, al este del río Dnieper, bajo fuego ucraniano.
Según el Comando Militar Ruso, la retirada era necesaria debido a la falta de provisiones para las tropas que defendían la ciudad y a la dificultad de proveerlas a través de los cruces del río Dnieper, blanco de los ataques ucranianos.
El repliegue ruso es un nuevo golpe al esfuerzo militar del Gobierno de Vladimir Putin, que inició la invasión del territorio ucraniano el pasado 24 de febrero.
Tras un primer revés en su fracaso por tomar Kiev, capital del país, en setiembre una ofensiva ucraniana expulsó a los rusos de las inmediaciones de Járkov. La salida de las tropas rusas de Jersón es la tercer gran derrota del ejército ruso, que con muchas bajas asume nuevas posiciones defensivas de cara al invierno que se acerca.
Sin embargo, el desgaste es similar al otro lado del campo de batalla. La conquista de la planta nuclear de Zaporiyia sumado a los ataques con drones explosivos sobre la infraestructura civil provocan cortes de agua y electricidad que dificultan aún más la vida de la población.
Estados Unidos, principal aliado de Ucrania, presionó al presidente, Volodimir Zelensky, para que acepte negociar con los rusos, idea al que el político ucraniano se oponía, en tanto Putin se mantenga en el poder en Rusia.
El elevado coste económico del apoyo a la defensa de Ucrania, un contexto de inflación histórica en Estados Unidos, a lo que se agregan las recientes elecciones de medio periodo, impulsan al presidente estadounidense, Joe Biden, a facilitar un compromiso que le permita enfocarse en los problemas internos de su país.