“En el mismo pasado había otro presente, que también tenía fealdad e iniquidad”. Nicolás Berdiaev, El hombre y la máquina.
*Por Manuel Benavides Barquero
Sacerdote e historiador
Dejando para las próximas entregas lo que realmente pasó con Pablo Alvarado, con su supuesto sufrimiento por la Independencia, en Guatemala, cuando fue estudiante, es importante demostrar lo que se afirmó al final de la entrega anterior; que la Independencia llegó como un regalo y pacíficamente, realidad reconocida ya en los primeros años por sus actores, aunque a algunos de los del presente les cueste aceptar y entender.
Entérese: Corrigiendo al corregidor: primera entrega
Es necesario indicar que se trata de discursos y sermones impresos en Guatemala y que, además, se respeta la redacción de la época. Así mismo, esta entrega intenta dejar hablar a los de aquella época para no pensar que la argumentación es una mera opinión personal de un contemporáneo del “corregidor”.
El padre doctor Basilio Zezeña, en su discurso del 15 de setiembre de 1839, como representante de la Asamblea Constituyente, dijo: “Pueblo de Guatemala: Dios os concedió sin violencia, sin sacrificio alguno de vuestra parte la Independencia de un gobierno que ya no os convenía…”
El sermón del padre José Mariano Herrarte, el 15 de setiembre de 1840, en la Catedral de Guatemala, expresó la misma idea de la siguiente forma: “Hoy hace diez y nueve años que por la primera vez se pronunció en Guatemala la palabra Independencia. En las demás secciones de América se había ya proclamado este derecho sobre montones de cadáveres y entre torrentes de sangre; en Guatemala se pronunció entre los abrazos del amor fraternal, en medio de los transportes de una alegría no interrumpida por los gritos destemplados del odio, sino apoyada por la satisfacción gloriosa de una profunda y venturosa paz. Nuestra Independencia no costó lágrimas, ni sangre; fue un pacto de familia, celebrado entre hermanos; fue un don de Dios, por el cual venimos hoy a tributarle nuestro humilde agradecimiento”.
El padre José Nicolás Arellano, después de mencionar el propósito del Creador al fundar a los hombres en sociedad bajo un gobierno, dijo lo siguiente el 15 de setiembre de 1845 en la misma Catedral: “Contrayéndome ahora singularmente a Guatemala: recordando la manera con que este pueblo proclamó su Independencia, en 1821; advirtiendo que lo hizo sin contradicción, sin tener que luchar contra ningún enemigo, sin el sacrificio de una sola víctima humana, sin expender gastos crecidos, no puedo menos de preguntar, viendo el punto a que hemos llegado después de tantos años. ¿Qué causa funesta ha frustrado el éxito feliz de nuestros votos por el engrandecimiento de nuestra patria?”.
Para no cansar, una última prueba la expresó el padre Bernardo Piñol, el 15 de setiembre de 1849, con los siguientes términos: “Nosotros, por un beneficio singular de la Divina Providencia, logramos este favor haciéndonos independientes el 15 de setiembre de 1821, sin tener que lamentarnos de una sola desgracia. No hubo obstáculos, que resistiendo nuestra emancipación, diesen lugar a que se derramase la sangre y se vertiesen lágrimas…”.
Un último testimonio tico procedente de la misma Junta Provisional Superior Gubernativa: “Costarricenses… cumpliose ya felizmente un año que rompiendo sin estrépito, ni efusión de sangre las gruesas y pesadas cadenas del Gobierno Español… solo os motivo la religiosa mira de perpetuar la paz que os es como innata y adherente”.
Por el último libro que publiqué sobre la Independencia se comprobó que la Independencia, además de un regalo, se aceptó por miedo y conveniencia de la mayoría, pero más de los líderes, antiguos y nuevos, frente al pueblo.
Una de las citas apuntadas ya insinuó que la lucha vino después, de manera que no se luchó por la Independencia, sino por el tipo de gobierno que había que escoger; no hay que confundir estos dos aspectos.
En la próxima entrega se citarán más voces que se lamentaron, en aquel tiempo, del desorden y destrucción causado después de la Independencia; sería importante que los biógrafos de Pablo Alvarado se preguntaran menos sobre su cárcel y heroísmo y nos indagaran si colaboró con su accionar en la destrucción posterior.
Basta ya de crear héroes y de aislar sus acciones y palabras de un contexto que hasta ahora se nos había ocultado.
*El autor es académico correspondiente de la Academia de Historia y Geografía de Guatemala.
Premio Cleto González Víquez de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica.