Conforme se va desgranando la mazorca en el caso del Bovedazo del Banco Nacional, en las oficinas centrales de San José, más nos sorprendemos (aunque en esto no hay santo en qué persignarse).
Desde que ¡Qué Torta! reventó la primicia del saqueo indecente, cuya pérdida económica asciende a ¢3.293,8 millones, costaba trabajo creer que esto sucediera en las puras barbas de la institución del Estado costarricense.
Pero el caso, desde la primera publicación de este medio del 23 de octubre del 2023, a las 3:33 p. m., ha dado un giro que realmente deja boquiabierto a cualquiera.
El Ministerio Público y el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) coordinaron once allanamientos, este miércoles 8 de noviembre del 2023, para reventar a quienes estarían relacionados con la sustracción.
En conferencia de prensa, el fiscal general, Carlo Díaz, y el director del OIJ, Randall Zúñiga, confirmaron que un tesorero de poca monta que trabaja en el BN de apellido Olivas es el principal sospechoso de alzarse los billeticos.
¿Cuál era el método? Olivas tenía acceso a la caja fuerte, la abría, sacaba el güevo, lo ponía en una mesa, lo embalaba y lo metía en un sobre manila.
Esa acción la realizaba en un ‘punto ciego’ del sitio, en el que hay una cámara de seguridad que no captaba el movimiento.
De los datos que realmente indignan, que aportó el fiscal, es que el Nacional no hacía un arqueo físico de esos activos desde el 2019.
Y es que la forma en la que se dio el robo llama sumamente la atención, porque el dinero llegaba hasta la sede central.
Lo dejaban en tulas en la oficina donde se encontraba Olivas, se registraba el ingreso en los sistemas digitales, pero nadie ponía atención si el inventario físico se mantenía igual, es decir, que si la misma cantidad de plata que aparecía al consultar en línea empataba con lo que había en la bóveda.
Olivas se ‘paseaba’ delante de medio mundo (custodios, guardas, quien usted se imagine), nadie lo revisaba y guardaba el sobrecito cargado en un casillero que está afuera de su oficina.
El fiscal Díaz confirmó que entre agosto y setiembre del 2023, a través del monitoreo de la cámara y lo que agarraba del movimiento de Olivas, se detectó la misma forma de operar del tesorero en diez ocasiones.
Jugaba como loco
El fiscal general y el director del OIJ confirmaron que Olivas se volaba un platal diario en lotería, chances, tiempos, tres monazos y todo lo que se le ocurra.
Era un jugador compulsivo, un ludópata que, de acuerdo con una declaración de Zúñiga, gastaba de ¢100.000 diarios hasta los ¢3 millones.
Siete más en la mira
De acuerdo con las autoridades, en la causa también figuran el tesorero general (quien se jubiló un día después de la auditoría); un contador, de apellido Hernández; un custodio de dinero, de apellido Ramírez; un guarda de seguridad, de apellido Bolaños; la directora jurídica del BN, de apellido Herrera; un autoevaluador y un supervisor.
A todas estas personas se les investiga por, aparentemente, o ser cómplices o ser omisos a la hora de controlar las entradas y salidas del funcionario.
Díaz se mostró decepcionado, porque el Banco Nacional no denunció el tema desde un principio y fue gracias a este medio que se destapó el tamal y se abrió una investigación de oficio por parte de la Adjunta de Probidad, Transparencia y Anticorrupción (Fapta).
Incluso, mencionó que a la directora jurídica se le escarba que haya girado una orden para que quedara tapadito el escándalo.
Esta operación la bautizaron como “Gallo Tapado”, por la relación directa de Olivas con la millonada que se gastó en juegos de azar.
A Olivas se le investiga por los presuntos delitos de peculado y legitimación de capitales.