La “educasión” en el país está reprobada tras el apagón educativo ocurrido entre el 2018 y el 2021, debido a las huelgas extensas y a la pandemia por COVID-19.
“Toda una generación de estudiantes del sistema público costarricense enfrenta las secuelas de las interrupciones de los ciclos lectivos ocurridas durante el período 2018-2021”, revela el noveno Informe del Estado de la Educación 2023, presentado este jueves 31 de agosto del 2023.
Tan grave es la situación que el Banco Mundial y la Unicef estiman que tras la pandemia, la pérdida de aprendizajes para Costa Rica podría ser de entre uno y dos años de educación formal.
Según el estudio, junto a México y Ecuador, es la mayor pérdida de aprendizajes registrada en América Latina.

De acuerdo con la investigación, es previsible que aumente la población estudiantil que se ubique por debajo de las competencias mínimas esperadas en lectura y matemáticas.
“Actualmente, el sistema educativo debe trabajar con una generación estudiantil que presenta rezagos importantes en conocimientos y habilidades básicas”, explicó el investigador Dagoberto Murillo Delgado.
El panorama podría ser peor de lo que ya parece porque el informe señala que los indicadores tradicionales no reflejan la magnitud de la afectación hacia los estudiantes a raíz del apagón.
Impacto
La cosa es grave porque, por ejemplo, estudiantes de cuarto grado de primaria tienen serios problemas de lectura y escritura.
Así lo indicaron 492 docentes que imparten ese año, quienes fueron encuestados para el informe.
“La mayoría de las personas docentes encuestadas considera que sus estudiantes poseen competencias en escritura y lectura por debajo de su nivel educativo y edad”, afirmó la investigadora Katherine Barquero Mejías.
En el estudio se hace referencia a la “pobreza de aprendizajes”, como la incapacidad mostrada por un niño o niña de 10 años para leer, comprender y escribir un texto simple y Costa Rica se encuentra en una situación crítica respecto a ello.
En cuanto a lectura, el 62% de docentes señala que la mayoría de sus estudiantes no son capaces de reconocer los temas centrales de un texto, ni leer con fluidez.
Respecto a la escritura, cerca del 70% considera que las deficiencias están tanto en la estructura del texto (inicio, desarrollo y cierre), como en el uso correcto de los signos de puntuación.
Otra situación percibida por el 82% de las personas encuestadas es que, en comparación con generaciones anteriores, su alumnado presenta menores conocimientos en ambas competencias.

“Es decir, la población estudiantil presenta dificultades en los procesos básicos para escribir de forma silábica y leer con precisión un texto breve, las cuales son habilidades que deberían ser desarrolladas en primer y segundo año de primaria”, señala Barquero.
Los estudiantes de primer año de escuela también presentan serias debilidades en lectoescritura.
La mayoría de los 260 docentes de ese nivel en la Gran Área Metropolitana encuestados detecta problemas en sus estudiantes para reconocer sílabas y palabras, escribir letras y sus propios nombres, así como identificar sonidos asociados con las letras.

El investigador Murillo advierte que quien no aprende a leer en primero y segundo año de escuela, luego presenta dificultades en la habilidad fundamental de leer para aprender en los grados superiores.
Medidas insuficientes
El informe señala que, durante la pandemia, el Ministerio de Educación Pública (MEP) se concentró en garantizar la continuidad de los servicios a través de clases virtuales o combinando esa modalidad con la presencial, sin embargo, no aseguró el desarrollo de competencias claves, entre ellas, la lectora y la matemática.
El investigador Murillo explica que las estrategias para garantizar la continuidad beneficiaron indicadores de permanencia, aprobación, repitencia y tasa de escolaridad.
Estos son indicadores utilizados tradicionalmente para evaluar el desempeño del sistema educativo, pero no reflejan la gravedad de la afectación sobre los aprendizajes.
La tasa de escolaridad, por ejemplo, que determina si la población asiste al centro educativo con la edad correspondiente, aumentó, sobre todo en la educación diversificada, que pasó de 48,1% en 2018 a 62,7% en 2022.
Murillo afirmó que otro indicador que presentó un comportamiento atípico es el de exclusión; es decir, el alumnado que abandona los estudios registró un nivel bajo histórico del 0,7% en el 2021.
“Ahora, el reto está en aumentar la calidad de la educación y enfrentar el empobrecimiento de los aprendizajes; para tal efecto, se deben mantener los bajos niveles de exclusión mostrados en los últimos años, principalmente en la secundaria tradicional, que fue inferior al 4% en el 2022”, agrega.
A pesar de los esfuerzos del MEP, las medidas implementadas para mitigar el grave apagón educativo experimentado entre el 2018 y 2021 han sido parciales e insuficientes.
El Estado de la Educación advierte que, si el sistema educativo no ofrece apoyos extraordinarios a la población estudiantil, los graves rezagos de aprendizajes pondrán en riesgo el éxito de sus trayectorias educativas y laborales.