*Por José Eduardo Mora
Especial para ¡Qué Torta!
Cortesía de eljornalcr.com
Jeaustin Campos ha querido poner tierra de por medio en la polémica con Christian Bolaños y ha procurado ser directo y zanjar el asunto de una vez por todas, pero se ha equivocado en un término, y lejos de apaciguar los ánimos, los encendió todavía más.
Campos expresó: “No soy el papá de ninguno, no soy amigo, no soy compañero, soy el jefe”. Las tres primeras afirmaciones son certeras, porque marcan una distancia sana con sus interlocutores, pero cuando sostiene que él es el jefe establece una muralla con quienes tiene que comunicarse a diario.
Las palabras, fuera del diccionario, son sutiles, traicioneras, delicadas y polisémicas, por lo que aquí le están jugando una mala pasada al entrenador del Saprissa.
Debe corregir la situación de inmediato en el camerino, en el que justamente ya empieza a levantarse un polvorín que no le conviene a ninguna de las partes.
Al intentar desmarcarse de esa cercanía que históricamente ha caracterizado la relación técnico-jugador, Campos comete el error de ponerse muy por encima de sus dirigidos, cuando lo que debió hacer fue ejercer ese liderazgo.
Hagamos un ejercicio sencillo y veamos cómo hubiera quedado la afirmación con ese matiz semántico: “No soy el papá de ninguno, no soy amigo, no soy compañero, soy el líder”.
El líder está en otra ubicación en la escala del poder, porque se puede ser líder sin ostentar un cargo o título, de modo que la expresión pudo suavizarse y cumplir con el objetivo de establecer con claridad quién ejerce el control de las decisiones, sin que la sangre llegara al río.
Parecen matices, pero los partidos se deciden por detalles, como diría Ancelotti.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Publica la columna Punto Final a diario en FxD y en El Jornal.