*Por Carlos Morales Castro
Por ser uno de los primeros alumnos de la Escuela de Periodismo, y su primer graduado, siempre estuve cerca del Semanario Universidad.
Desde antes de su fundación, cuando lo pensábamos con Carlos Monge Alfaro en las conversaciones del antiguo Holland House, hasta sus días más recientes, cuando sentí en mi propia carne el hachazo de la vil censura a una entrevista mía, exactamente igual que como me ocurrió con la nomenclatura soviética cuando cubría en Moscú el Festival de la Juventud 1985.
De su nacimiento, maduración y sufrimiento, di plena cuenta en mi libro Y no los dejen respirar… (Educa 1995), en cuyas páginas se reflejan 25 años de defender la libertad y de luchar contras las fuerzas más retrógradas del país para que la Universidad de Costa Rica (UCR) se proyectara como “la mente lúcida de la patria”, según palabras de Claudio Gutiérrez.
En todos esos años, el principal adversario de Universidad, como le consta a todo Costa Rica, fue el diario La Nación, cuyas páginas estuvieron siempre abiertas para que alguien decretara la muerte del “pasquín universitario”, como le llamaba su editorialista estrella.
La empresa de Llorente lo sentenció a muerte muchas veces, le soltó jaurías por motivos varios, alentó las voces de Curtin Windsor cuando dijo que “lo despedazaría”, le prohibió a sus circuladores venderlo, lo sacó del servicio de transporte de periódicos en 1980, lo estigmatizó de comunista cuando defendía a solas la paz de Centroamérica, alegó incluso que lo financiaba el narcotráfico cuando condenó la invasión a Panamá…
Y hoy, 11 de agosto del 2019, cuando el “Sema” va a cumplir 50 años a pesar de esos ataques furibundos que no lo pudieron matar, resulta que el diario de la extrema derecha le regala un editorial completito de aplausos.
Algo huele a podrido en Dinamarca. Que lo averigüen los del Consejo Universitario.
A mí ya no me toca.
*Escritor y periodista. Fue director del Semanario Universidad durante 22 años.