*Por Manuel Benavides Barquero
Sacerdote e historiador
Lo dicho hasta ahora sobre Alvarado en cuanto a sus excesos bien pudiera justificar el cuestionamiento que tanto sus biógrafos, como sus discípulos, podrían hacer en torno a si esa información es cierta o fueron simples rumores de sus contemporáneos.
Por el peligro de la libertad en torno a los malos pensamientos, no dejemos en la zozobra de la incertidumbre a semejante cantidad de curiosos del pasado y del presente. Veamos.
Pablo Alvarado tiene múltiples contradicciones en su actuar. Por ejemplo, cuando se opuso a que se realizaran las elecciones de las autoridades superiores hizo otra de sus violentas intervenciones.
Regularmente, las actas eran bastante consideradas con sus exabruptos, de manera que no los describía detalladamente, sin embargo, por otras fuentes se comprueban sus excesos.
En el acta de la elección de esas autoridades se reprodujo su proposición en contra de la elección, mencionando de paso que Alvarado la declaraba ilegítima; sin embargo, participó de ella en cada una de las votaciones de las diferentes autoridades del Poder Ejecutivo y el Judicial, lo que no es muy lógico de acuerdo con su verbo.
Reclamó de manera violenta la elección que lo dejaba fuera del Congreso en octubre de 1825, pero no protestó sobre la elección que se hizo de otros diputados antes que la de él en la misma ocasión y con el mismo método; es más, cuando se practicó la misma acción, el 15 de enero de 1825, para ver cuáles de los cuatro diputados de Costa Rica quedarían en el siguiente Congreso, Pablo Alvarado no protestó; claro está, él quedó entre los que continuaban.
Tenía un interés grande en permanecer como diputado y vivir de las dietas, falta de muchos de la época, como el diputado Mendoza, a quien el secretario escribió en un acta que “… era preciso echarle (…) una buena peluca por paseador,” es decir, se dedicaba a otras tareas.
Esto explica por qué Alvarado se alteró cuando se iba a elegir una comisión para revisar las dietas de los diputados; explica, también, por qué Alvarado se opuso a que los diputados no pudieran ser elegidos en la siguiente legislación o representar otras provincias.
El Congreso literalmente tuvo que “sufrirlo”. Además, sino fue por otros motivos, posiblemente fue por su estado mental que se ausentó en muchas ocasiones de las sesiones.
Muchas de sus proposiciones fueron rechazadas desde el inicio y otras después de pasar por comisiones.
Evitarse una arremetida alvaradiana provocó reacciones de rechazo muy curiosas, tal como la manifestada en la presentación de un dictamen, en 1831, en los siguientes términos: “La Comisión no tiene el placer de adoptar la segunda adición del C. Alvarado…” .
Había que rechazarlo con diplomática elegancia. Hasta su hermano, el padre José Antonio Alvarado, tuvo que soportarlo y salir al paso de sus obsesiones, como se expondrá en la próxima entrega.
*El autor es académico correspondiente de la Academia de Historia y Geografía de Guatemala. Premio Cleto González Víquez 2022, de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica.