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Corrigiendo al Corregidor: aislamiento necesario

“No puede haber ningún diario que cuente la verdad sobre el día anterior; la razón es que la verdad sobre el día anterior necesita unos doscientos años para que se pueda contar”. Chesterton, G.K. “El poder de los jueces”.  

*Por Manuel Benavides Barquero
Sacerdote e historiador

Los biógrafos de don Pablo Alvarado se extrañan, porque a partir de 1827 se retiró de la escena pública después de una vida muy activa en el campo político. 

A partir de ahí empiezan a conjeturar para explicar esa realidad. Esa forma de hacer historia es un buen ejemplo de cómo, al no tener documentación de archivo, se pueden arriesgar a crear una historia ideal sobre un personaje, acomodando las fichas de los demás actores a su favor, en mengua de estos, claro está. Para resolver la extrañeza hay otra ruta.

Antes de continuar, se debe dejar claro que no se retiró de la vida política en 1827, pues en la próxima entrega veremos que en torno a 1831 fue diputado por Quetzaltenango (Guatemala) en la Federación, cuando las autoridades se trasladaron a San Salvador.

Ya antes había desechado la sospecha de que la declaración sobre su estado mental podía haber sido una táctica política para quitarlo de en medio, pero, además, el resto de su vida el dictamen médico respalda sobre la locura que padeció. 

Su demencia, causada por su delirio en cuanto a ideas políticas, da una base más segura para explicar cómo alguien con una actividad tan fuerte a nivel político, se retiró de ese escenario, tanto en Guatemala, como en Costa Rica. Es decir, algo de cierto tuvo lo de su enfermedad. Él mismo no se arriesgó a pasar otra vez por la prueba de las arenas políticas.

Su aislamiento en Cartago y luego en Alajuela tienen la misma explicación; su poca participación en el campo de la medicina igualmente, así como sus arrebatos de cólera al rechazar el cargo que se le ofreció en esa materia para formar a los nuevos médicos. 

No es necesario crear historias de enemistad y traición entre amigos para saber por qué no fue tomado en cuenta para los cargos en el campo de la Medicina. Es asombroso cómo sus biógrafos tuvieron la imaginación para crear una historia de intrigas y de méritos en torno a Pablo Alvarado. 

Al lector desprevenido y que, además, no conozca los usos de aquella época, el relato le puede sonar lógico y atractivo, pero tiene las fallas que antes se han apuntado.

*El autor es académico correspondiente de la Academia de Historia y Geografía de Guatemala. Premio Cleto González Víquez 2022, de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica.

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