*Por José Eduardo Mora
Especial para ¡Qué Torta!
El miércoles 7 de julio de 2022, Cartaginés se proclamó campeón nacional después de 81 años de sequía y se auguraba un renacimiento del equipo de la Vieja Metrópoli, pero el efecto ha sido todo lo contrario.
Hoy está sumido en una crisis deportiva de hondas raíces y su económica tampoco anda con números favorables, dado que la deuda con el Ministerio de Hacienda obligó a esta entidad a clausurar el Fello Meza.
Mientras ello sucede, en Cartaginés se pagan altos salarios, a un plantel cuyo rendimiento roza el ridículo y si no aplica para el descenso es por el colchón de puntos que les dejó Paulo César Wanchope.
Cartaginés es un espejo roto. Un club en el que no deben mirarse ninguno de los otros de la Primera División y mucho menos los de la Liga de Ascenso.
Es una lástima que el decano del balompié nacional vuelva a tener este tipo de problemas.
La administración de los Vargas lo salvó del abismo, pero han cometido el pecado de no delegar funciones, tanto en lo deportivo como en el manejo general del equipo.
Las consecuencias son que hoy, el conjunto brumoso está en una situación crítica, porque ya no aspira a nada en el torneo nacional, ni tampoco a clasificar a la Copa Centroamericana y tiene sobre sus espaldas el fantasma de lo financiero, que no deja de ser, siempre, una sombra incómoda.
En Costa Rica pensamos que con pagarle muchos millones a una plantilla ya se profesionaliza el fútbol y es un error del tamaño de una catedral.
Hoy, los grandes clubes tienen una administración con un organigrama más que claro, en pro de que todo ello se refleje en el terreno de juego.
Queda mucho camino por recorrer en nuestro fútbol y en el presente Cartaginés es un espejo en el que no debe mirarse nadie que quiera ser exitoso.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.