*Por Maikel Vargas Sanabria
Las aguas que las personas utilizan para bañarse de forma recreativa están muy propensas a contaminarse con microorganismos que pueden ser letales para el ser humano.
Estos microorganismos incluyen hongos, bacterias, virus o protozoarios y provienen de diversas fuentes como el propio ser humano o animales que frecuentan las fuentes de agua como mamíferos y pájaros.
Por ejemplo una piscina común y corriente -desde las inflables que se usan en la temporada de verano y cuya agua puede permanecer estancada por pocos días, hasta las piscinas de gimnasios, hoteles y condominios que son instalaciones permanentes- puede albergar y favorecer el crecimiento de los microorganismos citados si no se toman las medidas adecuadas de higiene como la filtración del agua y la adición de químicos como el cloro.
Estos microorganismos provienen en su mayoría del mismo ser humano, de las heces o de las mucosas de los orificios naturales y encuentran en las aguas estancadas un medio de cultivo adecuado para su proliferación. Dentro de las bacterias más comunes podemos citar a la Escherichia coli, que es un habitante normal del intestino grueso del ser humano pero que al ingerirse puede causar una gastroenteritis -manifestada comúnmente por diarrea y vómitos- que en ciertas personas puede llegar a ser fatal; por ejemplo en niños pequeños, ancianos o personas inmunosuprimidas.
Dentro de los virus se pueden encontrar desde aquellos que producen un resfriado común como los adenovirus, hasta los que producen enfermedades más graves como la hepatitis A. En cuanto a hongos pueden proliferar desde el que produce el simple pie de atleta -enfermedad cuya principal manifestación es la comezón- hasta los del género Candida que pueden generar infecciones fatales en pacientes con condiciones especiales como las descritas.
En cuanto a los protozoarios pueden encontrarse diversos tipos de amebas de vida libre, pero estas tienden a proliferar con mayor facilidad en aguas termales, como por ejemplo la Naegleria fowleri, responsable de la meningoencefalitis negrohemorrágica amebiana que le causó la muerte recientemente a un joven en Guanacaste y que es el segundo caso del que se tiene registro en nuestro país.
Precisamente las aguas termales merecen un capítulo aparte por esta razón. Generalmente no son aguas estancadas pues necesitan renovarse desde los manantiales de origen para conservar su temperatura, pero tienen el riesgo -muy improbable por cierto- de que una de estas amebas invada la mucosa de la nariz y sea transportada al cerebro, donde una vez instalada produce una enfermedad con altísima mortalidad y si el paciente logra salvarse lo deja con secuelas neurológicas muy incapacitantes.
A modo de conclusión y para evitar cualquier enfermedad relacionada con los microorganismos descritos en los balnearios es recomendable, cuando se utilice una piscina, cerciorarse de que cuenta con las medidas de higiene adecuadas, que normalmente se reflejan en la transparencia del agua y en un ligero olor a cloro por los aditamentos químicos. Asimismo en las aguas termales evitar sumergir la cabeza en la medida de lo posible y sobre todo evitar que el agua de estas fuentes penetre en la nariz.
Finalmente, si la persona sufre una enfermedad crónica que disminuya su capacidad inmunológica, debe evitar bañarse en sitios donde se ha bañado mucha gente por su mayor propensión a sufrir los efectos que producen estos microbios en la salud.
*Médico especialista en Anatomía Patológica y Medicina Legal. Director del Departamento de Anatomía, Universidad de Costa Rica (UCR).