Por Pablo Barahona Kruger, abogado y profesor universitario
Reducir las protestas a la desinformación de los protestantes es suicidio político. En términos de legitimidad del propio gobierno se erigen como un total sinsentido, afirmar que quienes concurren por propia decisión y criterio, al juego político, participan enajenados.
Una sola pregunta: ¿Por qué en las elecciones últimas sí podríamos defender que se trató de un acto consciente, cívicamente responsable y hasta patriótico -independientemente de por quién votó la mayoría ganadora o la minoría perdedora; costarricenses todos al fin- y ahora habríamos de suponer que quienes participan activamente de la política, solo que protestando (que es la forma más elemental de participación política por cierto), son una pila de majes, desinformados, manipulados, enajenados, picados; en síntesis: jovencillos estúpidos sin razón, profesores vagos y prebendales o pescadores pachucos y traileros violentos? ¿Por qué?
¿Quiénes fueron los que reinventaron las coordenadas de la comunicación política y hace 6 años no decían nada –ni la más mínima queja honesta y cívica- cuando a José M. Villalta lo lincharon con desinformación y la manida apelación al miedo. “Chavista”, “comunista”, y otras flores, le decían. Todo con tal de traérselo abajo como contendor inmediato de Johnny Araya, y así lograr que subentrara -solo a partir de ahí y solo así-, otro desconocidísimo candidato, llamado Luis G. Solís, hasta entonces, en el margen de error.

¿Quiénes fueron los que distrajeron la atención del electorado, visto el pésimo gobierno de Luis G. Solís y el pobre legado que le heredaba a Carlos Alvarado, ese, su progenitor político, recurriendo al matrimonio homosexual o la pose inolvidable de ateos defendiendo a la Negrita de los Ángeles, con renovada y milagrosa fe?
¿Quiénes se sirvieron del favor de la nación, con aquel obús dirigido, no contra Rony Chávez, sino contra Fabricio Alvarado, a la sazón, aún puntero en la preferencia electoral (2018)?
¿Quiénes disimulan y se sacan de la manga un proyecto sobre eutanasia, en los días previos al develamiento del retrato de su único expresidente, con el deliberado pero indeclarado propósito –según ellos disimulable-, de distraer la irrefrenable crítica ciudadana y el reproche generalizado contra aquel irresponsable que nos dejó un hueco fiscal impagable, unas pifias costosísimas y una nueva generación de jóvenes puesteros que, de asesores pasaron a viceministros e incluso diputados, mientras los que eran diputados, ministros y presidentes ejecutivos, hoy lucen de nuevo como asesores bien parqueados a la sombra de lo público?
¿Quiénes han querido plantear la polémica del aborto para que dejen en paz a Rocío Aguilar en esto de rebautizar al Gobierno del Valor Agregado –porque ya no rima aquello de “los más preparados”–?
Porque siempre recordaremos a Carlos Alvarado en campaña, alegando con voz grave y de autoridad, que la más elemental corrupción es, justamente, aspirar a un cargo para el que no se está preparado.

Pero más acá en el calendario: ¿Quiénes son los que la han emprendido contra los trabajadores insatisfechos y maltratados, contra los líderes sindicales criminalizados, contra los pescadores y transportistas, los estudiantes, proscribiendo las protestas no solo en el discurso, sino con manidos proyectos de ley, por lo demás, anodinos y hasta torpes –por no decir absurdos y ocurrentes- que pretenden condonar la insatisfacción y el enojo de la gente, recurriendo a un imposible: prohibirles marchar y protestar? ¿De verdad hay que explicarles con ábaco en mano, que toda protesta es esencialmente política, y en ese tanto, incontenible? ¿Acaso no nacemos protestando?
¿Quiénes son los que le siguen cargando la mano, regresivamente, a su base electoral (clase media y baja), mientras colman de exoneraciones y amnistías tributarias a los más ricos? ¿Quiénes dijeron que con Costa Rica no se jugaba? ¿Quiénes levantaron las banderas progresistas en lo económico -y no solo en lo que a ciertas minorías concierne- desde su fundación, pero solo al llegar se entregaron a los grandes medios que representan al gran capital, reconfigurándose mediante contorsionismos plutocráticos y éticos, nunca vistos en este país al que ya nada le sorprende?
No señores. No vengan ahora a victimizarse y a decirnos que los ciudadanos que marchan son unos irresponsables, cuando los irresponsables son ustedes.
No les vamos a comprar esa finta de que los estudiantes son unos ilusos, cuando los ilusos son ustedes, que no se están percatando que el país se les está saliendo de control, tanto por hastío como por asqueo.
No vengan a victimizarse con “bombeticas” prefabricadas ni empujones caseros o infiltrados. No nos salgan con que el exministro de Educación hizo bien las cosas, cuando el repudio es generalizado y sus salidas burlescas, que solo él cree inteligentes, así como sus torerías al magisterio, el estudiantado y por si no le bastara, hasta a los mismos padres de familia, lo convirtieron en el ministro más inviable del gobierno. Lo que ya es mucho decir.
No nos vengan con que Rodolfo Piza ha hecho un buen manejo político, cuando él mismo reconoce su debilidad, al retratarse en franca huida, en medio de tan inocultable crisis política.
Tampoco esperen que dejemos pasar como algo normal, la suspensión pírrica a viceministritos porno, inmaduros en su manejo de redes sociales, o el refugio legislativo que como asesores le han prestado a los responsables de tanta imprevisión y el descalabro de Japdeva. O que nos olvidemos de las peladas de la DIS y Migración dejando que se nos “colen” terroristas como sí nada. Ni que decir respecto a que el narco mande en las llanuras del Norte y la Costa Rica del Sur-Sur.
No nos pidan que dejemos de notar la imprevisión y estulticia al decretar vedas de pesca, sin brindarle previamente alternativas de trabajo y sustento, a los habitantes de nuestras costas.
Pero sobre todo, no nos pidan que recurramos a ustedes como fuente verídica de información, ni a sus satélites comunicacionales. Esos que han prostituido con pauta oficial, desde que aprendieron a gobernar, repitiendo, exactamente, aquellos vicios politiqueros que más bien les mandamos a erradicar.
No sean manipuladores. No sean irresponsables. Sean más serios y asuman las consecuencias, de la tormenta perfecta, que ustedes mismos crearon y continúan alimentando tan imprudente como torpemente.