En el Congreso, la cuenta regresiva para el inicio de la sesión extraordinaria de este lunes 22 de setiembre del 2025 se vive con ansiedad.
Será una de las ceremonias más históricas en el seno del Primer Poder de la República, porque es la primera vez que un grupo de diputados discutirá el levantamiento de inmunidad de un presidente.
Más allá de un ejercicio apegado a lo que dicte el Código Penal, el reglamento de la Asamblea Legislativa o cualquier otra norma relacionada con el proceso, en el ambiente hay una sensación de revanchismo político, a todas luces palpable en la figura del fiscal general, Carlo Israel Díaz Sánchez, aunque lo niegue y lo reniegue públicamente.
Y parece contradictorio hablar de pulso político y meter en medio al fiscal Díaz que, por sus funciones debería aislarse de cualquier controversia al respecto, tal como se lo afirmó a este medio el 12 de febrero del 2023, a los cuatro meses de haber asumido. “No nos vamos a prestar para ningún juego político”.
Ya pasaron más de dos años de esas declaraciones y bastante agua debajo del puente. Lamentablemente, Díaz asumió ciertas posturas que dejan al aire interpretaciones contrarias a lo que expresó al principio de su gestión. Incluso, dudas sobre si ha cometido abuso de autoridad contra el mandatario.
Es más que evidente que no se baja al presidente y que le metió el acelerador a una denuncia penal por concusión en la que figura Chaves y el ministro de Cultura, Jorge Rodríguez Vives, y en la que su testigo de la corona es un productor, de apellido Bulgarelli, que cambia de versión, como cambiar de calzoncillos y cuyo abogado defensor es el mismo del empresario Baruch, dueño de CRHoy, rival acérrimo del presidente. Ese es el valor de su credibilidad.
Pero con todo este alborotico legislativo que propició Díaz por su obsesión desenfrenada contra el Ejecutivo, el efecto en la opinión pública está siendo todo lo contrario al plan de vuelo.
Si los diputados tienen los mentados 38 votos o no para levantarle la inmunidad al mandatario, diremos una barbaridad, pero eso, en este momento, es peccata minuta, de importancia menor.
Lo verdaderamente importante es el impacto que esto ha provocado en el entremés de la campaña electoral.
La insistencia y concentración, bastante particular, del Ministerio Publico causa sospecha y desconfianza en la población. Algo así como que la gente, en su mayoría, cree que a Chaves se la están cuadrando.
La desaprobación ciudadana contra la Fiscalía es exageradamente alta, lo indican estudios de opinión pública de agosto y setiembre del 2025, y, sin duda, conyunturalmente hablando es provocado por este choque contra el presidente.
Esto quiere decir que el desmadre ha llevado agua para los molinos de Chaves, cuya popularidad sigue por las nubes y que ese apoyo sí se está viendo proyectado en los resultados de intención de voto de la candidata Laura Fernández, del partido Pueblo Soberano. Si no fuera así, no estaría liderando las encuestas, independientemente de los porcentajes.
Digamos que al presidente, por esas cosas del destino, no le quitan el fuero. Ganó el pulso. Y si se lo quitan y se cumple el sueño de Díaz (y de la casta) de sacarlo esposado, sea de Monterán o de Casa Presidencial, la victoria sería mayor. Es inimaginable la reacción que podría tener en los ticos esa imagen.
Hay quienes siguen sin verla. ¿Será mejor así?