Los medios de comunicación locales e internacionales avisaron el 24 de setiembre la presencia de una tormenta tropical en el Mar Caribe, debido a la alerta que hizo el Centro Nacional de Huracanes y lo llamó Ian.
El pronóstico básicamente era que el fenómeno natural golpearía con fuertes lluvias a Cuba, Jamaica y Florida, tanto así que la NASA al recibir el aviso decidió suspender de nuevo el despegue de la misión Artemis I.
Lo indescifrable era que, conforme se acercaba a la isla, la furia de Ian iba en aumento y se convirtió en huracán categoría 3 en el preciso momento que tocó tierra cubana la madrugada del martes 27.
Su ira azotó de una manera descomunal. Su paso dejó árboles caídos, el país entero se quedó a oscuras producto de la caída del tendido eléctrico, muchas casas afectadas, sin contar las inundaciones y dos personas fallecidas.
La provincia de Pinar del Río fue una de las zonas más afectadas. Solo allí evacuaron cerca de 50.000 personas. Al menos ciertas regiones como La Habana, Matanzas y Villa Clara han restablecido el servicio eléctrico y aunque esta acción pueda verse como un símbolo de esperanza y superación del desastre, para los cubanos es todo lo opuesto, ya que están acostumbrados a convivir con los apagones desde siempre.
El daño en la isla no fue suficiente para Ian, así que continuó y provocó que una embarcación naufragara con aproximadamente 20 cubanos.
Los cuerpos de rescate han hecho lo posible para dar con el barco y los afectados, pero el mar ahorita no quiere cooperar; está aliado con el huracán. Al menos tres personas lograron esquivar la furia y sobrevivieron.
Se pensaba que al tocar Cuba, el ciclón aplacaría su furia, sin embargo fue todo lo contrario, subió a categoría 4 y se desplazó hacia Florida.
780 kilómetros separan ambas regiones, el mismo espacio marítimo que muchos cubanos han atravesado en búsqueda de mejores condiciones en suelo estadounidense. Solo que esta vez no eran un grupo de inmigrantes los que iban hacia la costa gringa; era Ian.
Tanta fuerza fue sumando el huracán, que le arrebató agua a gran parte de la bahía de Tampa y sin pedir permiso, el viento como su cómplice, puso de su parte y con ímpetu movió el agua de esta zona y dejó al descubierto parte del lecho marino. Para los turistas era algo interesante y muchos caminaron, pero para los habitantes de lugares cercanos eran señales de que Ian se acercaba con todo.
Pues las sospechas de muchos vecinos de Cayo Costa fueron ciertas, el 28 de setiembre Ian llegó a esta zona y sin misericordia bofeteó la ciudad sin piedad ni compasión.
La fuerza descomunal lo cegó a tal punto que los yates estacionados en la costa fueron los primeros en llevarse el golpe, el agua y el viento los lanzaron hacia la calle, muchas casas quedaron en el suelo, varios puentes totalmente destruidos, algunos postes caídos, sectores inundados, parte de las carreteras inservibles, la ciudad es casi irreconocible.
Se cree qué hay personas fallecidas, pero aún el dato no se confirma.
El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, ya gestiona todo el plan de contingencia para recoger escombros, reconstruir centros educativos y dar el empujón inicial para alentar al estado de Florida a levantarse entre los escombros y volver a empezar.
El berrinche de Ian parece que bajó un poco, pero no lo suficiente, ya que sigue caminando hacia Carolina del Sur; se prevé que toque nuevamente suelo el viernes y este sea el destino final de este huracán.