El triunfo arrasador en las elecciones del 28 de febrero del 2021 del partido Nuevas Ideas, que fundó el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, despertó la desconfianza y el pavor en ciertos medios internacionales, cuyo eco encontró réplica en páginas digitales del país.
Aunque la retórica cambia un poco en cada editorial o información que consignan, el mensaje conlleva el mismo propósito: dibujar un mandatario que concentrará el poder absoluto después de la victoria inobjetable en los comicios y tildarlo de dictador, de ser un personaje autoritario y que se encamina a convertirse en el próximo Hugo Chávez de Latinoamérica.
Está por confirmarse en los próximos días si Nuevas Ideas alcanza el número mágico de 56 congresistas, parece que es un hecho, pero falta el anuncio oficial del Tribunal Supremo Electoral (TSE) de El Salvador. En el escenario más “desfavorable” obtendría 55 diputados (le faltaría uno para obtener la mayoría calificada), pero podría conseguir muy fácil el apoyo de otras tendencias para aprobar los proyectos que el Ejecutivo considere importantes.
Tener de su lado al Congreso es determinante para que Bukele gobierne con menos contratiempos como los que enfrentó en sus primeros dos años de administración.
Los legisladores electos asumirán el 1.° de mayo del 2021. Pero, ¿por qué la prensa se siente tan temerosa por el logro en las urnas de un partido político que se estrena en las elecciones y que se ha convertido en todo un fenómeno?
Bukele puede ratificar la emisión de deuda y define la elección de funcionarios de segundo grado con un peso clave en instituciones como la Corte Suprema de Justicia (magistrados), fiscal general, procurador general de derechos humanos y miembros del Consejo Nacional de la Judicatura.
También tendrá control de la aprobación y reformas de leyes, autorización de presupuestos y modificaciones al plan de gastos, así como definir a los magistrados de la Corte de Cuentas, según reseña el diario digital salvadoreño El Faro, que ha mantenido una posición editorial férrea ante el gobierno actual.
El gran temor surge porque sospechan que el mandatario usará ese poder a su favor, que cambiará la Constitución en los temas que le beneficien (como una posible reelección, algo que no está permitido en El Salvador hasta ahora, aunque Bukele ha sido reiterativo en que no le interesa reelegirse) y que perseguirá las voces que lo adversen.
Lo califican de ser un presidente “antiprensa” y de ser represivo; citan como ejemplo cuando metió al Ejército al Congreso (febrero 2020) para presionar a los diputados que aprobaran el Plan Control Territorial con el que enfrenta a las pandillas. Si bien es cierto fue un acto censurable, así como repudiado por la prensa, durante esa crisis no hubo consecuencias qué lamentar.
Pero vale la pena darle vuelta al análisis y darse cuenta que la aplanadora Bukele es un asunto de contexto.
Cuando el bipartidismo salvadoreño (Arena y FMLN) gobernó durante tres décadas, se turnaba el poder y hacía alianzas en el Congreso a cambio de favores u otros beneficios para aprobar los proyectos que requería el Ejecutivo nadie mencionó que se vivía bajo un régimen dictatorial.
Más bien, el discurso siempre ha sido que El Salvador vive en democracia desde la firma de los acuerdos de paz, en 1992.
Es curioso que con el triunfo de Nuevas Ideas, los bonos de El Salvador se dispararon, caso contrario de lo que pasó en Costa Rica; cuando ganó Carlos Alvarado, en abril del 2018, los bonos nacionales se desplomaron, según consignó en aquel momento el sitio especializado en finanzas Bloomberg.
Bukele es el presidente mejor evaluado de Centroamérica y de once países en Latinoamérica con una calificación de 83; Alvarado es el peor con un 24, de acuerdo con la firma CID Gallup.
Otro punto importante a tomar en cuenta es que la corriente de Nuevas Ideas, el partido cyan como le llaman, no tiene una ideología definida; es decir, no es un movimiento de derecha, ni de izquierda, al menos así lo remarcan sus integrantes. Cabe destacar que Bukele es de riñón del FMLN (izquierda), que abandonó por diferencias y por no comulgar con ciertas actuaciones de la dirigencia que desencadenaron en actos de corrupción.
Cuando algunos opinadores aseguran que podría avecinarse el nuevo Chávez omiten indicar que una de las primeras decisiones que tomó Bukele fue romper toda relación con el gobierno venezolano de Nicolás Maduro. Antes, el expresidente Salvador Sánchez Cerén, predecesor de Bukele, era un fiel colaborador de Maduro.
Parece que la figura de Bukele inquieta a diversos sectores de Costa Rica, como el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), y se ajusta a ese perfil que la institución nacional, desde su presidente, Antonio Sobrado, ha definido como populismo y autoritarismo y que se ha trazado la meta de combatir en las próximas elecciones nacionales de febrero del 2022… cuidado.