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El éxito fue la pesadilla de Gustavo Matosas

*Carlos Barrón, especial para ¡Qué Torta!

Recuerdo a Gustavo Matosas como un tipo amable siempre y cuando le hablaras de fútbol, en donde te prestaba toda la atención requerida porque le apasiona.

Era el 2011 y volvía a México después de ser campeón con el modesto Danubio de su país. En México pasó parte de su niñez y mucho tiempo después, otro equipo humilde, Gallos de Querétaro, le daba la oportunidad de salvarlo del descenso.

Nadie reparaba entonces que estaba dirigiendo, era un técnico más de una baraja en equipo sin blasón (figura). Le pedí al jefe de prensa una entrevista porque me había llamado la atención el dato de que nació en Argentina, pero fue uruguayo de cepa y campeón de la Copa América en 1987.

El encargado de prensa hizo todo lo posible por evitármelo, pero cuándo Matosas apareció y le propuse un tema de futbol, de inmediato me ofreció un asiento.

Hizo buen trabajo con Querétaro y entonces le llegó la infusión de coraje que necesitaba. El León le fichó como entrenador en la división de Ascenso cuando injustamente fue despedido de Gallos.

El clímax de Matosas estaba por llegar. Encontró una base de jugadores desproporcionada en talento con los que jugó Copa Libertadores y encaró la liga como uno de los equipos más sobresalientes a la hora de atacar. En automático se relacionó el fútbol ofensivo con Matosas.

Dicen que el éxito es una puerta grande y por esa misma entró Rafael Márquez al León con Matosas, un mito del fútbol mexicano que acarrea más historias ocultas.

El León de Gustavo Matosas fue bicampeón y esto le catapultó a otras esferas. Con el paso del tiempo, se diría como rumor de callejuelas que ese equipo estaba dirigido por Matosas, pero el que ordenaba realmente era Rafael Márquez, que incluso la estrategia a seguir era cambiada sobre la marcha por el capitán dentro de la cancha con el consentimiento del uruguayo desde el banquillo. Lo que es verdad no se puede ocultar.

Muchos de esos jugadores le tomaron una estima encomiable: Carlos ‘Gullit’ Peña, Luis Montes, José Juan ‘Gallito’ Vázquez, William Yarbraugh y Mauro Boselli entre otros le arroparon como un padre. Pero el sueño de Gustavo Matosas se hizo pesadilla y una nube se postró sobre su estrella de la buena suerte.

En el 2015 el América llegó a su vida. No duró ni seis meses. Cambió su estilo de vestir, su presentación y ritmo de vida, parecía que tanta farándula de equipo grande había mudado el carácter voraz y animado de este técnico por uno más fashionista.

Hizo campeón al América en Concacaf -con las reservas del caso del nivel de este torneo- y entonces vino el punto de quiebre.

Cada equipo en adelante constituiría para Matosas una anomalía, una perversidad del destino y así como en América renunció por problemas irreconciliables con la directiva, de Atlas, Al Hilal, Cerro Porteño y Estudiantes de la Plata se fue con apenas un semestre dirigido en cada uno y renunciando, como si su discurso de presentación hubiera sido una falsedad.

No hay proyecto con Matosas desde que se apagó su luz tras salir del León. Por año dirige 19 partidos. Vagabundea de un lado a otro convenciendo a directivos para después renunciarles.

Este inicio turbulento con Costa Rica puede ser la señal de que ha perdido su esencia o quizá, si dura más de seis meses, la esperanza de que vuelva a ser el de antes.

*Carlos Barrón es periodista y trabaja para la cadena ESPN Deportes México.

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