El efecto COVID-19 mantiene un paso arrasador por hoteles, bares y restaurantes.
Representantes de esos sectores aportaron cifras espeluznantes, en una conferencia de prensa que organizó la Cámara de Comercio de Costa Rica, sobre las consecuencias directas que sufren los negocios.
De acuerdo con cálculos de Clemencia Palomo, vocera de la Cámara Costarricense de Restaurantes (Cacore), la actividad se redujo en casi un 80%, se han perdido 5.700 empleos, los saloneros dejaron de percibir un 70% en propinas y el personal recibirá solo la mitad del salario.
Además, las ventas en los “food courts” se desplomaron en un 90%.
El escenario es mucho más complicado para quienes desarrollan la actividad turística, pues el ingreso actual es de cero.
Rubén Acón, presidente de la Cámara Nacional de Turismo (Canatur), afirmó que solo el sector hotelero de Guanacaste y La Fortuna de San Carlos, Alajuela, ejecutó unos 1.000 despidos, una cifra aproximada.
La preocupación que externaron va por doble vía: pensando en el empresario y en el trabajador.
Por esto, piden que se flexibilicen las tasas de interés de los préstamos hipotecarios, que se exima el pago de servicios públicos por un tiempo prudencial (al menos dos meses), que se les adelante a los trabajadores el Fondo de Capitalización Laboral (FCL) del 2021 al 2020, que se permita la suspensión temporal de contratos (frenaría despidos) y la posposición de pagos de préstamos.
Acón manifestó que en el turismo el asunto es aún más serio y compartió algunos datos serios. Prevé que las pérdidas este año para el sector sean de unos $2.000 millones y que la recuperación se perciba hasta dentro de un año.