*Por Manuel Benavides Barquero
Sacerdote e historiador
El estado mental de Pablo Alvarado produjo muchos escándalos públicos en aquella sociedad.
Respecto a los de orden político en el Congreso se registraron varios.
Por ejemplo, meses después de la elección de Juan Manuel Arce como presidente de la Federación, su hermano, el padre José Antonio Alvarado, entre setiembre y octubre de 1825, lanzó un impreso muy negativo y ofensivo contra el Congreso y en favor de José del Valle, el otro candidato.
Parece que José Antonio padecía del mal carácter de los Alvarado Bonilla al igual que su hermano.
La gravedad de sus afirmaciones le costó un proceso dentro del mismo Congreso, que lo absolvió por pura consideración, aunque con un dictamen que evidenciaba su falta.
En el impreso, José Antonio se admiró de que los diputados no atendieran a la oposición y protestas de su hermano Pablo el día de la elección de Arce, por lo que los del periódico El Indicador comentaron que esa admiración “…prueba que su hermano el C. José Antonio ignora lo que saben hasta los muchachos de la calle, esto es, la enfermedad del C. Pablo, por la cual el Congreso se ve en la dura precisión de desestimar todas sus gestiones, y según hemos oído decir, solo lo tolera y no lo declara inhábil, por mera consideración.” Es decir, la cuestión era bastante pública.
Otra situación acongojante se vivió en la sesión del 1.° de octubre de 1825, en la que tocaba elegir a los diputados, que por mitades debían salir del Congreso, según la ley. Costa Rica tenía a Policarpo Bonilla y a Pablo Alvarado, y debía salir uno.
Realizado el sorteo de la misma forma que se usó para los otros Estados, salió el nombre de Alvarado como el que debía abandonar el Congreso. Sin embargo, el mismo Alvarado tomó la palabra sin que se la dieran y protestó contra el sorteo, “…porque por la vista o por el tacto podía ejecutarse de modo que no fuese la suerte la que designase los representantes que deben salir… especies que vertió en tono de desconfianza… como que recelaba que no era la suerte la que a él mismo lo dejaba fuera del Congreso”.
El presidente tuvo que imponerle silencio varias veces, e indicarle que su desconfianza no era solo infundada e injusta, sino también “altamente ofensiva a todo el Congreso”.
Sus compañeros diputados pidieron que lo ocurrido se agregara “…al expediente que se instruye sobre la conducta oficial y estado de enfermedad del mismo C. Alvarado.”
Asimismo, el periódico recordó que en esa sesión, al discutir el tema de las dietas, también Alvarado había faltado al orden y contestó el reclamo que le hizo el diputado Rosales “con gritos destemplados…” y palabras ofensivas, ante lo cual muchos diputados le reclamaron que guardara el orden.
Igualmente, el diputado Güell pidió que constara en el acta las expresiones indecorosas que Alvarado había dirigido a Rosales y las que dijo al calificar de ilegal la elección del diputado que debía salir del Congreso.
El periódico El Indicador omitió en su reporte las palabras ofensivas por respeto al público y la trasferencia del archivo de la Federación a San Salvador cuando el Congreso se trasladó a esa ciudad hizo que se perdieran las actas por respeto al público del 2024.
Sigue comprobándose que el asunto de la locura de Pablo Alvarado era antiguo y no respondía a un juicio militar-político, pues estos hechos sucedieron tres años antes del dictamen de los doctores.
En los párrafos transcritos se dijeron varias cosas sobre el actuar de Alvarado en el Congreso y en la próxima entrega se observará qué tan ciertas fueron.
*El autor es académico correspondiente de la Academia de Historia y Geografía de Guatemala. Premio Cleto González Víquez 2022, de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica.