La caída de Rafael Caro Quintero aquel Jueves Santo (4 de abril) de 1985 en la finca La California, al costado sur del aeropuerto internacional Juan Santamaría, en Alajuela, dejó más dudas que respuestas en el país.
Al cumplirse 35 años de su captura en uno de los operativos más espectaculares de la historia policial de Costa Rica nunca se supo cuál fue la “autoridad política superior” que lo dejó entrar como si nada.
Tampoco cuánto pagó, a quiénes, ni cómo ingresó el 17 de marzo de 1985 por la terminal aérea del Santamaría.
De acuerdo con un reporte del diario La República del 7 de abril de 1985, Caro Quintero se identificó como Antonio Ruiz Valenzuela y un vehículo lo recogió en el aeropuerto.
Al momento de su detención lo atraparon junto con cinco guardaespaldas a los que identificaron en aquel momento como: Marco Ángel Lugo Vega, José Albino Basán Padilla, José Luis Beltrán Alvarado y Juan Francisco Hernández. La Policía dudó que fueran sus nombres verdaderos.
En la operación rescataron a una jovencita, de 17 años, quien aparentemente fue secuestrada por el capo líder del Cartel de Guadalajara; se sospechó que el mexicano estaba perdidamente enamorado de ella.
A Caro Quintero lo buscó intensamente la Administración para el Control de Drogas (DEA) por el crimen del agente antidrogas Enrique “Kiki” Camarena, en Guadalajara.
Él fue condenado a 40 años de prisión por ese asesinato y lo liberaron el 9 de agosto del 2013. Estuvo tras las rejas 28 años. Un tribunal estatal mexicano concluyó que había sido juzgado de manera indebida. Desde entonces, se desconoce su paradero.
La DEA activó su búsqueda y enlistó al capo en la lista de los diez más buscados. En la descripción de la ficha técnica indica que la última dirección conocida es en Guadalajara, México, o en Costa Rica.
El cuerpo policial estadounidense ofrece una recompensa de $20 millones por dar con él; su cabeza vale más que la del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro ($15 millones).
Caro Quintero estuvo muy pocas horas en el país después de que lo agarraron. Agentes de la Policía Federal y de la Procuraduría de México aterrizaron en sus aviones y se lo llevaron de vuelta gracias a que las autoridades nacionales se los entregó sin mucho mate.
Quien dio esa orden fue el jefe del Ministerio Público de aquel entonces, el actual presidente de la Corte Suprema de Justicia, Fernando Cruz.
El funcionario siempre ha alegado que Caro Quintero no había cometido ningún delito aquí como para procesarlo por algo.
A lo largo de tres décadas y media e incluso en una comisión investigadora de narcotráfico, en la Asamblea Legislativa, se cuestionó que Caro Quintero pudo enfrentar algunos delitos como el de estar indocumentado o el de tenencia de armas.
Algunos políticos y autoridades han lamentado durante todo este tiempo que a Caro Quintero se le dejara ir tan fácil, pues nunca se sabrá los vínculos reales con grupos de poder que tuvo en Costa Rica.
De acuerdo con un artículo que publicó el periódico Milenio, de México, el periodista Adyr Corral describe que el poderoso narco adquirió en el corto tiempo que vivió en el país cuatro propiedades lujosas: La Quinta, donde lo capturaron en los alrededores del aeropuerto Juan Santamaría; otra en San José de la Montaña, Heredia; en Bello Horizonte de Escazú y en Coronado, donde están actualmente las instalaciones del Comité Olímpico Nacional.
El día de la detención, a Quintero le decomisaron piezas de joyería valoradas en $1 millón, un arma enchapada en oro con incrustaciones de diamantes, $300.000 en efectivo y dos carros de lujo.
Algunas de las joyas las subastaron y el dinero recaudado se entregó a una institución privada de bienestar social de origen agustina conocida como “Ciudad de los Niños”, informó el medio.
Milenio reproduce que días después de llegar el capo al reclusorio Norte de la Ciudad de México respondió que se había dedicado al narcotráfico porque le gustó.
“Cuando le preguntaron sobre su estancia en Costa Rica donde fue detenido y extraditado de regreso a México para enfrentar la justicia que le reclamaba por diversos delitos como secuestro, asesinato y narcotráfico, el capo dijo en tono sarcástico: ‘Me decían que era un país muy tranquilo y por lo que veo… ¡no!'”, publicó el medio mexicano.