Desde que la inteligencia estadounidense contuvo la ruta aérea de la cocaína que el legendario narcotraficante colombiano Pablo Escobar (líder del cártel de Medellín en los ochenta) y su socio Carlos Lehder controlaban desde Colombia hasta la pequeña isla Norman’s Cay, en Bahamas (1978), los capos debieron reinventarse en el traslado de la droga para entregarla en su destino final: las costas de Florida.
Ya pasaron prácticamente 40 años que esa organización criminal inició sus operaciones por vía marítima, en la que Costa Rica se convirtió en un punto clave para los envíos del polvo blanco.
Cuatro décadas después y a pesar de algunos esfuerzos de los diferentes gobiernos nacionales que han recibido ayuda de las autoridades norteamericanas (como el patrullaje conjunto en el Pacífico), el panorama es desalentador.
“Asumo que la cosa está mal. No hay ninguna duda y esto es verificable científicamente. Si hacemos un balance de situación, el futuro no es halagüeño; vamos peor”, reflexiona Jorge Chavarría, exfiscal general y experto en el estudio del crimen organizado.
El análisis que hace el exfuncionario se fundamenta en una diversidad de variables, datos e investigaciones que se han desarrollado en el país. Esto coincide con opiniones de exjefes policiales que han llamado la atención durante los últimos 15 años sobre la narcoactividad que golpea al territorio nacional.
Los niveles cada vez son más preocupantes y un reflejo que la penetración de las mafias es bastante profunda.
Esta es la primera entrega de una serie de reportajes especiales que muestra que las prácticas del crimen organizado en países como México, Honduras, El Salvador o Guatemala comienzan a asomarse por Costa Rica y que es probable que se establezcan con frecuencia.
Hay cifras que asustan:
- La media mundial de homicidios dolosos es 6,1 por cada 100.000 habitantes; en Costa Rica es del 11,7 (ya es epidemia, según la Organización Mundial de la Salud).
- De esos 11,7 homicidios dolosos por cada 100.000 habitantes que se presentan en el país, el 32,5% (190 víctimas) están relacionados con narcotráfico o delincuencia organizada (según datos del OIJ, 2018). La media mundial atribuida a esa causa es del 19%.
- Según la organización Global Financial Integrity, en Costa Rica el flujo de dinero ilícito (lavado de dinero) en la primera década del siglo XXI alcanzó los $64.000 millones, lo que supone un 10% del PIB del país.
- Costa Rica aparece como el tercer país que envía más cocaína (siete toneladas en lo que va del 2019) a Bélgica en barco, según datos del Departamento de Aduanas de Bélgica. Incluso supera a Colombia, principal productor de la droga a nivel mundial.
Los números son contundentes y existen muchos indicadores más que le dan la razón a Chavarría.
El exfiscal explicó que hay una problemática que se ha pasado por alto y que se ha encargado de formar una “economía artificial” en las zonas más vulnerables del país.
Se trata del enriquecimiento desmesurado de decenas de familias a lo largo de 40 años a costas de la actividad del narcotráfico.
“Son categorías que no se han desarrollado y que las uso en mis análisis. Son importantes porque es una fuerza económica no visible. El Ministerio de Planificación no toma en cuenta ese factor. Es un motor fuerte, es mucho dinero y malhabido. Se ha desarrollado fuerte riqueza global que distorsiona lo local.
“El tráfico se incrementó en la década de los ochenta en virtud de una guerra local en Nicaragua. Los servicios de inteligencia norteamericanos protegieron a los operadores del narcotráfico para favorecer el tráfico de armas en la guerra de Nicaragua. El contexto se nos complicó, hubo gente que actuó protegida al lado de la guerra”, destacó.
El experto agregó que si cuatro décadas después el asunto está mal con más recursos legales y policiales para contener el narcotráfico (como convenios internacionales, penas altas y cuerpos especiales de narcóticos) el futuro no pinta nada bien.