La partida del buen Martín Aldaburu, un empresario que supo desmarcarse de la competencia y dejar huella con buen gusto a través de sus restaurantes El Novillo Alegre, deja un vacío grande.
El COVID-19 se lo llevó de forma repentina, apenas dos meses después de haber abierto un local en Sabana Norte y de desafiar el impacto económico que arrastra la pandemia.
Fue un hombre de retos. Quienes lo conocieron tienen un criterio unánime: el don de gentes, la amabilidad y la elegancia con la que trataba a las personas eran genuinos.
La noticia de su fallecimiento, que circuló como un chispazo por las redes sociales, ha sacudido al medio farandulero y gastronómico del país. Martín se caracterizaba por ser un buen hombre, por eso duele su muerte.
Nació hace 73 años en San Sebastián, España, una ciudad turística del golfo de Vizcaya, en el paradisiaco País Vasco.
Las vueltas del destino lo llevaron a Buenos Aires, donde a los 20 años emprendió y se puso una parrillada con un amigo en Núñez, cerca del glorioso estadio Monumental de River Plate. Argentina salió campeona mundial de fútbol por primera vez, en 1978, en esa cancha.
Y justo cuando decidió que debía buscar otros rumbos para seguir con su negocio de parrillada al estilo argentino en su natal San Sebastián, alguien le recomendó que viajara a Costa Rica.
Así lo hizo. Arribó en 1999 y estableció una cadena con un estilo auténtico. Su primer restaurante lo instaló en Escazú.
Llegó a la pantalla chica y se hizo más conocido entre los ticos al ser jurado de Bailando por un sueño, programa de Teletica, en el 2011.
Martín se sentía un costarricense más y adoptó esta patria. Buen viaje.