*Por José Eduardo Mora
Especial para ¡Qué Torta!
Solo eso faltaba: que un rival le exija a su adversario cómo debe de jugar. Es la estupidez absoluta y el absurdo a flor de piel. Los cuestionamientos al entrenador Gustavo Alfaro no tienen sentido.
Lo único que revelan es la pobreza ética de sus rivales y lo poco o nada que conocen el juego del fútbol. Lo dicho por el delantero colombiano Miguel Borja, de que Costa Rica debe proponer más, no merecía ni media línea de consideración, sino fuera por el hecho de que con su proceder la insensatez humana rompe todos los límites y el mismísimo Albert Einstein se quedaría corto cuando dijo que solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana.
En ese sentido, hay que reconocerle a Alfaro, a quien he criticado muchas veces por su verbo florido y excesivo, su paciencia y estoicismo para dar una respuesta educada a tales cuestionamientos, porque el entrenador tiene la potestad de hacer que su equipo juegue con base en una idea y jamás tiene que explicar ni justificar nada ante su oponente.
Lo mismo que pasa con Borja, ocurre con el periodista David Faitelson, quien dijo que Costa Rica apeló a un planteamiento cobarde. Lo cobarde es vivir del fútbol y no entenderlo. Da pena ajena.
Y aquí creo que sucede aquello que planteaba la película Moneyball, cuando decía que en el beisbol de las Grandes Ligas existía una epidemia de desconocimiento del juego. Asegura, por ejemplo, que se compran jugadores, cuando lo que debería comprarse son carreras.
Si esa situación se daba en el beisbol norteamericano, en el fútbol mundial la cosa está peor, y como ironizaba Jorge Valdano ahora hay bloques por todo lado: bloque bajo, bloque medio, bloque alto.
El fútbol es maravilloso, pero en las mentes de Borja y Faitelson cae al barro y ambos elevan la insensatez y la estupidez a proporciones siderales.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL